lunes, 12 de septiembre de 2011

Exito y fracaso en las relaciones de pareja


Interesantísimo texto del Grupo de Mirada Sistémica

"¿Que tenemos que hacer para aprender a desarrollar nuestro propio sexo y reconocerlo? Hellinger nos aporta una mirada sistémica tremendamente interesante, que no se puede reducir a lo técnico. Veamos qué nos señala:

El hijo, de niño se encuentra, está en la esfera de su, y en ese estar, experimenta lo femenino de ella. Al permanecer en esa esfera, lo femenino va inundando su alma, y un efecto interesante: experimenta a la mujer como demasiado poderosa. Este hecho -señala Hellinger- le impide al hijo tomar al padre, por lo que lo masculino en él queda restringido y va perdiéndose cada vez más. En la esfera de la madre, el hijo frecuentemente no consigue ser más que un adolescente, un favorito de las mujeres o un amante, pero no un hombre. Para hacerse hombre, tiene que resistir a la tentación de hacerse o poder ser mujer él mismo. Por lo tanto, tiene que renunciar a la primera mujer en su vida y, tempranamente, pasar de la esfera de la madre a la del padre. Es una gran renuncia para el hijo y una incisión profunda. Antes -continúa Hellinegr- se tomaba conciencia de esto y se realizaba mediante los ritos de iniciación. Después el chico ya no podía volver con la madre. En nuestra cultura, el paso del desprendimiento de la madre se daba al ser llamado el joven al servicio militar. Allí, los adolescentes se convertían en hombres. Hoy quizás se decidan por el servicio social y, a cambio, siguen siendos "hijos de mamá".

Con el padre, el hijo se concierte en un hombre que ha renunciado a lo femenino en sí mismo. Así puede recibir lo femenino como obsequio de otra persona, de una mujer, creándose así una relación duradera y fuerte.

También la hija al principio está con la madre, experimentándola como fuerte, pero de manera distinta que el hijo. Ella tiende al padre. Experimenta lo masculino primero en la relación con el padre, y eso la fascina. Si permanece en su esfera, lo masculino inunda su alma. En un caso así no llega a ser más que una chica o una querida, pero no una mujer. Más tarde no puede dirigirse íntegramente a otro hombre, ni valorarlo ni tratarlo de igual a igual.

Para hacerse mujer, la hija tiene que renunciar al primer hombre en su vida, es decir, al padre, retirarse de él y volver con la madre, ponerse al lado de ella. Ahí se convierte en mujer, y más adelante encontrará a su propia pareja, al hombre del que pueda recibir lo masculino como obsequio. Es justo lo contrario de la idea narcisista de que la mujer tendría que desarrollar lo masculino en sí misma.

El mejor matrimonio se logra cuando el hijo del padre se casa con la hija de la madre. A menudo, sin embargo, la hija que prefiere al padre frente a la madre se casa con el hijo que prefiere a la madre frente al padre. En un caso así, las cosas se complican y falta tensión y fuerza. El tema de la renuncia, por tanto, aparece ya muy temprano, entre los seis y siete años. Sin embargo no puedo demostrarlo, ni tampoco existen estudios científicos acerca de este tema.

Mi comentario: no confundan esto con el complejo de Edipo, pues, si se meten en esa idea, todo lo que puedan experimentar al seguir lo que nos dice Hellinger se detendrá. Sólo lean abiertos y sigan su dinámica. Ese es el camino del conocimiento.

Hellinger ha sido un maestro en la comprensión de los sistemas familiares. Frente a la pregunta ¿Pero no es posible que la relación con el padre y la madre sea equilibrada? responde: De hecho, el hijo que se pone al lado del padre tiene más respeto ante su madre que no aquel que permanece en la esfera de la madre. La madre no pierde nada. Y la hija que sale de la esfera del padre para volver a la de la madre no pierde al padre. Desarrolla un mayor respeto hacia el padre. Sobre todo es más intensa la relación de los padres si las hijas están con la madre y los hijos con el padre. De esta manera no hay confusiones".

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